Este año 2022 Margarita de Dinamarca celebra 50 años en el trono, lo que se conoce como el Jubileo de Oro. En ese país escandinavo, como en el resto del mundo, la pandemia ha hecho lo propio y, entre otras cosas, impidió que la dorada celebración tuviese un cariz más participativo: se suspendieron varios actos, entre ellos la cena de gala que tendría como escenario el palacio de Amalienborg, en Copenhague.
La reina, que es una mujer con lógica y prudencia, cuando se inició la pandemia fue una de las primeras en llamar la atención de los daneses para que adoptaran actitudes responsables mientras durara la crisis sanitaria. Por esta razón, no dudó en dejar para un mejor momento los actos conmemorativos a las bodas de oro de su ascensión al trono.
La cena de gala sería uno de los actos centrales, porque estaban invitados representantes de todas las casas reales europeas y personalidades internacionales, además de la delegación del gobierno danés. Las invitaciones se quedaron engavetadas y el encuentro se redujo a una cena íntima y familiar, en la cual no faltó el esplendor que ameritaba este gran momento.
La Casa de Glücksburg, a la que pertenece la monarquía danesa, se caracteriza por su cercanía a la gente y por su discreción, razón por la cual en esta oportunidad no fue revelado ni el menú ni los licores del brindis, pero sí aprovecharon los organizadores para recordar la importancia que tiene el arte en la mesa, así como el estricto protocolo que se respetó en su totalidad. El vestuario también estuvo a la altura: todos vistieron de gala y adornaron sus pechos con la medalla del Jubileo de Oro, especialmente acuñada para esta celebración.
Paladares con corona
Uno de los chefs que ha pasado por la cocina de esta monarquía es el conocido Kasper Christensen, quien ahora comanda Nordic Dining, una empresa de catering a la que le han agregado el adjetivo de boutique porque ofrece un servicio gastronómico que va más allá de las sensaciones gustativas, toda una experiencia. Además de tener 20 años en su oficio y haber trabajado con destacados chefs, en su currículo aparece el haber sido el cocinero privado de la familia real danesa en vida del príncipe Henrik, esposo de la reina Margarita.
Comenzó a cocinar para la gente del palacio siendo muy joven y le correspondió hacerse cargo de los condumios que se servían en el yate de veraneo de la familia mientras se desplazaban por los mares europeos.
En sus observaciones destacan dos cosas: que a la familia real le gusta la comida sencilla, de mercado y que muchas veces lo acompañaban en la compra. Cabe recordar que el príncipe Henrik, de origen francés, fue un hombre de mundo, de allí que seleccionara la diplomacia como profesión. Tenía pocos prejuicios a la hora de comer y, en una oportunidad, sin mucho misterio, narró que cuando vivía en Vietnam había comido carne de perro.
Otro recuerdo que tiene Kasper de la familia real es la bodega de vinos, a la que califica como alucinante. No podemos olvidar que el príncipe Henrik era propietario del castillo de Caix, ubicado en la región de Cahor, donde tenía sus viñedos que continúan siendo propiedad de la familia y donde se cosechan uvas tintas como la Côte Noir, Merlot y Tannat. También desde 1995 se cultiva Semillón, Sauvignon Blanc y Chardonnay.
Este último produce un vino blanco que se caracteriza por su frescura y aromas florales. Algunas de sus etiquetas hacen referencia al abolengo de la familia pues está el Malbec Château de Cayx Cuvée Majesté, estampada con el perfil y el monograma de la reina; el Chardonnay La Cigaralle du Preince da Danemark ; Cuvée du Mariage Cahors, también elaborado con uvas Malbec y el Malbec du Prince de Danemark Rosé, que ha logrado obtener buenos comentarios.
Una de las anécdotas de Kasper no solo define la personalidad del esposo de Margarita II de Dinamarca, como un ser espontáneo y sin pretensiones, sino que también hace referencia al valor que le daba a los licores, pues son elementos que resaltan un momento especial o significativo. Dice que el príncipe Henrik se presentó con una caja que contenía unas botellas sencillas que el chef calificó de misteriosas, aunque no explica si era por la forma de las mismas o porque no poseían etiquetas. Se trataba de un ron.
Cuando abrió una de las botellas, cuenta Kasper, inundó la cocina con su aroma dulce y luego el chef utilizó este destilado para la elaboración de algunos postres que el mismo calificó de interesantes. Las botellas del ron resultaron históricas, estaban fechadas en 1917, año cuando Estados Unidos compró a Dinamarca las Islas Vírgenes.
Con estas referencias no dudamos de lo que alberga la bodega particular de la familia real de Dinamarca. Es probable que algunas de esas joyas líquidas hayan hecho las delicias de los invitados en esa mesa tan íntima y especial, ocasión en que la reina Margarita usó un original collar donde se intercalan perlas de dos tamaños diferentes.
La mise en scene
Si bien resultaba imposible leer el menú ya que estratégicamente tuvo forma de libro para destacar el monograma de la pareja heredera -lo cual indica que Federico, hijo de la reina, y su esposa Mary, fueron oficialmente los organizadores de la velada-, la puesta en escena hablaba por sí misma: Los cubiertos indicaban que el primer plato sería un pescado, luego vendría una carne roja, quizás de cacería, y por último el postre.
Para tomar, de acuerdo con las copas de la afamada casa Baccarat, además de agua -que se sirvió en vaso- estaba una copa de vino cuyo cáliz de color verde podría deducir que era para el vino blanco, luego estaban las de cristal transparente, una para tinto y otra de champaña que en esta oportunidad correspondió al modelo Pompadour, de caliz corto y boca ancha.
Otro detalle relevante fue el mantel: su diseño en blanco mostraba la figura de un elefante adosado a su torre, referencia directa a los símbolos de la Orden del Elefante, la condecoración de más alta distinción en Dinamarca, instituida en el siglo XVII, con la que se honra a jefes de Estado y miembros de la realeza. La última se otorgó a Emmanuel Macron, presidente de Francia.
Para tan especial ocasión se seleccionó una vajilla que es toda una joya. Se trata de la más exclusiva, conocida como Flora Danica, que se usó por última vez en 1990, cuando la reina Ingrid, madre de Margarita, celebró sus 80 años de edad.
La vajilla data de finales del siglo XVIII, fue diseñada y elaborada por la Real Fábrica de Porcelana de Copenhague. Las piezas representan plantas y flores típicas de Dinamarca, de allí su nombre de Flora Danica, que significa «flores danesas» en latín, y hace referencia al título del libro del mismo nombre que enumera todas las flores del país. Los bordes son dorados. Originalmente se componía de 1.802 piezas pintadas a mano que fueron realizadas a lo largo de doce años. Un segundo conjunto se hizo en 1863 para la boda de la princesa Alexandra de Dinamarca y el príncipe Alberto Eduardo, quien sucedió en el trono a su madre, la reina Victoria, como Edward VII de Inglaterra.
El rey Christian VII ordenó las piezas como regalo a Catalina de Rusia, pero la emperatriz murió antes y el monarca decidió quedarse con el juego. Hoy la Real Fábrica de Porcelana continúa elaborando vajillas y, aunque conserva el nombre original, la empresa está en manos privadas.
Esta cena, donde no se divulgó lo servido, nos indica que vestir una mesa es tan importante como los condumios ofrecidos en ella y esto nos puede dar datos relevantes del pasado para entender mejor el presente.