En mi reciente viaje a Mendoza, una de las bodegas que tuve el honor de conocer fue Navarro Correas, con más de 220 años de historia. Digo “honor” con todas las letras, ya que esta bodega no está abierta al público en general, por lo que tenía grandes expectativas de visitarla.
El día que fuimos comenzó muy temprano, con un trayecto de casi 40 kilómetros desde la ciudad de Mendoza hasta la localidad de Agrelo, en Luján de Cuyo. El paisaje era un espectáculo: vista de la cordillera hacia el oeste, el cielo completamente despejado, de un celeste profundo y viñedos interminables a cada lado de la vía, mostrando su máximo esplendor, apenas días antes de la vendimia. Iba acompañado de mi amigo Luis, encargado del registro fotográfico.
A nuestro arribo, nos recibió el edificio principal de la bodega, sobresaliendo espectacularmente entre viñedos. Enfrente, en una moderna sala, nos dio la bienvenida Gabriela Anglat, analista del área de hospitalidad de Grupo Peñaflor -dueños de la bodega-. Luego nos presentó a Darío Cignoli, segundo enólogo -abocado a lo operativo- y el encargado de nuestro maravilloso recorrido de ese día.
Legado y evolución
Mientras nos adentramos en uno de los viñedos contiguos al edificio de la bodega, con una vista que deslumbra, Darío nos contó parte de la larga historia de la bodega, la marca y sus vinos. Todo comenzó en esa misma localidad -Agrelo-, en la que Don Juan de Dios Correas plantó sus primeras vides en 1798. Un importante personaje que llegó a ser gobernador de la provincia de Mendoza y fue el predecesor de lo que ahora es esta bodega de categoría mundial.
Durante más de un siglo, el linaje de Juan de Dios se dedicó, entre otras cosas, a cosechar y vender uvas y vino a productores locales. Fue uno de sus descendientes, Don Edmundo Navarro Correas, quien decidió arriesgarse y emprender con su propia bodega, creando, en 1974, la marca con sus apellidos.
Por su potencial, DIAGEO -el gigante de las bebidas- compra la bodega en 1996. A partir de ese momento, hubo inversiones y mejoras tecnológicas. Finalmente, en el año 2015, Navarro Correas pasa a formar parte del Grupo Peñaflor. Actualmente es una de las casas vinícolas más importantes de Argentina, herencia de la familia Correas y su pasión por la vitivinicultura desde sus inicios en Mendoza.
Innovación para la calidad
Volviendo de nuestra caminata por el viñedo, Darío nos explicó todos los trabajos de preparación que estaban haciendo para la vendimia. Observamos las impresionantes columnas de bins -cajas de plástico especiales para transportar las uvas-, una al lado de la otra. Con una capacidad para cargar de 350 a 400 kilogramos cada una. Vistas todas de esa manera, se entiende la magnitud de producción que ostenta una bodega como esta.
Esa gran capacidad que tienen para la elaboración de vinos, la confirmamos cuando entramos al edificio, quedando completamente rodeados por imponentes tanques de fermentación de acero inoxidable. Subimos al nivel superior, en el que apreciamos mucho mejor toda la distribución de este amplio espacio: desde los tanques -la mayoría automatizados para su eficiencia-, hasta una fila de varios roll fermentor, que no es sino una barrica, la cual se hace girar sobre su propio eje y en ella se realizan fermentaciones para vinos de alta gama y de limitada producción.
El diseño de la bodega, que estuvo a cargo del estudio AFT Arquitectos, se basa en la optimización del diseño industrial moderno, con niveles impresionantes de sofisticación, sin dejar de lado su identidad, historia y manera de elaborar vinos manualmente. Otro de los pilares fundamentales es la sustentabilidad y el cuidado del medio ambiente: menor consumo de agua y reutilización de la misma, aprovechamiento de la luz solar para iluminar ambientes y menor gasto de energía en la elaboración de sus vinos.
Luego de la fermentación, cuando ya el jugo de uva se transforma en vino, hay que dejarlo reposar y madurar con el tiempo. Así que nuestro recorrido lógico era dirigirnos de la nave de fermentación a la sala de barricas. En ella, además de conseguirnos con una gran cantidad de barricas, también había varios toneles de madera, de hasta 6000 litros. A los costados, algunos huevos de concreto y unos cuantos roll fermentor adicionales. Allí, el vino espera su correcta evolución, para exhibir en la copa del consumidor final todo su potencial.
En esa sala, en la que también nos acompañó Gabriela, hicimos una degustación de tres vinos: uno de sus fuertes, el blanco, que nos recomendaron varias veces durante nuestra estancia en Mendoza; uno de la línea Reserva, con 12 meses de guarda en barrica; cerrando con la insignia de la bodega Juan de Dios, en honor a su fundador. Adicionalmente, tuvimos el privilegio de probar vinos extraídos directamente de las barricas y los toneles. Éstos identificaban -con tiza sobre la madera- cuál cepa de vino guardaban en su interior y en qué año la cosecharon. Una de las cepas más repetidas era el malbec, y cómo no, si es la cepa insignia de Argentina, la que representa al país en el mundo y que ha tenido un fuerte desarrollo en sus viñedos.
A cargo de los vinos, bajo toda esta capacidad de produccion, se encuentra la joven enóloga Alejandra Riofrío. Ha sabido mantener la esencia junto con la historia de la bodega, potenciando las innovaciones en sus vinos, con su identidad, las presentaciones y el tipo de producto que ofrecen por cada categoría: consumidores tradicionales o público nuevo y joven que se fideliza con la marca.
El vino y el arte
Jorge Luis Borges en su Soneto del vino dice:
Con otoños de oro la inventaron. El vino
fluye rojo a lo largo de las generaciones
como el río del tiempo y en el arduo camino
nos prodiga su música, su fuego y sus leones.
[…]
Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia…
Navarro Correas incorpora el arte dentro de su identidad, desde su manera de cultivar las uvas por generaciones, hasta la creación de la marca en 1974, cuando Edmundo Navarro Correas se inspiró en el arte para su primera línea de vinos. Asimismo, el arte se refleja en parte del diseño de esta bodega, inaugurada en el 2008, como también en su cava, ubicada en Godoy Cruz, en la cual tienen una sala de exposiciones. La marca patrocina y participa en diversas exposiciones artísticas.
Una de la línea de los vinos de Navarro Correas que se consiguen en Venezuela es la Colección Privada, que en cada una de sus etiquetas, por variedad de uva, exhiben obras de artistas argentinos. De igual modo, no solo en las etiquetas de las botellas, sino la propia forma de las mismas, muestran matices artísticos, como el diseño de las botellas de los espumantes que ofrece Navarro Correas, con un estilo sofisticado y diferenciándose de otros espumantes.
Tres de los vinos que se pueden disfrutar en Venezuela, gracias a la importadora Imalbeca son:
Colección Privada Malbec 2018, que ofrece a la vista un color rubí intenso. En nariz se perciben aromas a frutos rojos, ciruelas maduras y especias. En la boca se sienten taninos dulces y tiene un final prolongado. Para disfrutar con carnes a la parrilla, carnes blancas acompañadas de salsas cremosas, pasta con carne.
Reserva Malbec 2017 -uno de los tres que probamos en la bodega-. Tiene un color rojo con destellos púrpura. Con aromas a ciruelas, violetas y pimienta negra. En boca conseguimos taninos firmes y aterciopelados con buen volumen. Ideal para acompañar carne asada, pasta rellena, risotto y quesos duros o maduros.
Espumante Extra Brut, de color amarillo pálido. En nariz conseguimos aromas frutados y florales, durazno. En boca es fresco, con acidez equilibrada. Ideal para disfrutar con pescados y mariscos.
Los invitamos a probar los demás vinos de Navarro Correas, con sus distintas líneas y variedades. Disfrute que viene a través de una excelente elaboración.
Coordenadas: en Venezuela los comercializa Importadora de Alimentos y Bebidas, C.A. (Imalbeca): @imalbeca
FOTOS: Luis Zarzalejo @zzlejo
