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Bodega Trapiche: vinos de Argentina en un viaje (parte III)

En la última parada de nuestro recorrido enológico por Mendoza, llegamos a Trapiche, una de las bodegas más antiguas e importantes del país. Ubicada en el corazón de esta provincia -donde se elabora el 70% del vino argentino-, en la localidad de Maipú, esta bodega histórica recibe visitantes durante todo el año.

Igual que en los paseos anteriores, en esta ocasión también me acompañaba mi amigo Luis Zarzalejo haciendo el registro fotográfico. Llegamos a la bodega a las diez de la mañana, con un cielo resplandeciente y sintiendo el clima cálido de esos días de febrero. Al llegar al portón de entrada, quedamos maravillados con la vista hacia adentro: un camino entre viñas que conducían al centro de recepción turística, el restaurante y, por supuesto, el impresionante edificio principal -de estilo florentino-. Al fondo se erige una gran chimenea antigua y a un costado, una pequeña pirámide de vidrio, que recuerda a la del museo del Louvre, en París, la cual sirve como tragaluz para una cava privada de vinos.

En el centro de visitantes nos recibió Solange Retamal, sommelier y guía turística de la bodega. Junto a un grupo nutrido de personas, comenzamos nuestra visita de la mejor manera: caminando entre las vides, que ya exhibían uvas con colores muy potentes, entre azul y púrpura. Solange nos invitó a observar con detenimiento los racimos, para que viéramos cómo cada una de las uvas estaba recubierta por una fina capa de cera blanca natural, llamada pruina, que sirve como protector natural de la fruta. También nos recomendó probar las uvas, así lo hicimos y comprobamos que ya estaban suficientemente maduras para sentir su dulzor característico. 

Memorias del vino

Después de nuestra caminata por los viñedos, nos dirigimos al edificio central, en el que conseguimos una sala con muestras de las maquinarías que funcionaron para la elaboración del vino de antaño: máquinas despalilladoras de los racimos de uva -que todavía sirven, pero ya no se usan-, bombas antiguas y carros, donde se cargaban las uvas que se llevaban a prensar. Algo que resalta de ese lugar es la disposición de rieles en el suelo, en los que transportaban esos carros con uvas, hecho que habla de la historia de esta bodega.

Mientras bordeamos el edificio, nos encontramos con algo similar, muy importante, pero a gran escala: rieles de tren, paralelos a la pared más larga de la bodega. Y es que, toda esta construcción, que data del año 1912, se hizo en la zona de Maipú, pues por ahí pasaba el recién inaugurado ferrocarril y así llegaba materia prima y salía producto finalizado directamente desde el centro de elaboración de los vinos.

Continuando con nuestro periplo y pasando los rieles del antiguo ferrocarril, entramos a una sala de usos múltiples, comúnmente llamada “sala o nave de adoquines”, por razones que saltan a la vista: tiene todo el piso restaurado con adoquines antiguos. Hay varias obras de arte, desde pinturas, pasando por fotografías a gran escala, hasta una obra en plata del maestro Juan Carlos Pallarols, que rinde homenaje a todas las personas que trabajan en la vitivinicultura. 

Esta enorme bodega, que volvió a abrir sus puertas en 2008, luego de estar varias décadas cerrada, es el lugar donde se elaboran los vinos de alta gama de la marca. Aunque este predio en Maipú tiene más de 100 años, Solange nos explicaba que no fue el primero de esta bodega, sino que la historia va más atrás: hasta 1883, cuando Tiburcio Benegas, en el viñedo “El Trapiche”, comienza la elaboración de vinos finos. Desde entonces, aunque han cambiado de dueños en el tiempo, no solo se han mantenido, sino que han crecido como bodega y como marca a lo largo de los años. Actualmente el enólogo a cargo de estos vinos es Sergio Casé, que ha mantenido la calidad, el propósito y el legado, de la misma marca y de los enólogos que estuvieron antes que él.

Desafíos hacia el futuro

Trapiche cumplió 140 años en el 2023. Una extensa historia que se convierte en innovación. Desde principios del siglo pasado comenzaron a ganar premios internacionales por sus vinos. Independientemente de las distintas transiciones con sus dueños, la bodega se ha mantenido a la vanguardia. Desde el cambio significativo que impulsó la industria del vino en Argentina a finales del siglo pasado y comienzos del siglo XXI, ha estado entre las bodegas que más han invertido en la modernización, así como también mantiene un papel protagónico en la exportación de vinos argentinos hacia el mundo, con presencia en más de 100 países.

Uno de los países a los que llegó con fuerza, comenzando este siglo, fue Venezuela. Si Trapiche conmemoró su 140° aniversario el año pasado, en nuestro país celebramos los 20 años de su llegada, también en el 2023. Gracias a la importadora Maison Blanche se consiguen estos vinos en nuestras tierras, confiando en el malbec como cepa embajadora de los vinos argentinos. Parafraseando a Waleska Schumacher -parte de la directiva de la importadora-: por su dulzura, elegancia y su aromas de ciruelas pasas, el malbec combina muy bien con la gastronomía local.

Volviendo a nuestro recorrido, entramos a la sala de barricas, moderna, donde reposa el vino para mejorar con el tiempo. Hay toneles de 5000 litros, huevos de concreto -que buscan estabilizar el vino sin aporte de madera, para potenciar los aromas y sabores primarios- y, desde luego, barricas. Acá observamos cómo se controla el ambiente completamente, con equipos que sueltan vapor de agua para mantener la humedad y también aires acondicionados para controlar la temperatura.

Como última parada, subimos a una sala de degustación, donde se podía apreciar la sala de barricas desde arriba, ya que el piso es transparente. Allí, Solange nos paseó por cuatro vinos, dos blancos y dos tintos: 

Los dos blancos forman parte de otra innovación de la bodega: son los primeros vinos marítimos de Argentina. En el 2009 arrancó este proyecto en Chapadmalal, a pocos kilómetros de la costa. Con viñedos apenas unos metros sobre el nivel del mar, mucha más humedad que Mendoza y con menor amplitud térmica, consiguieron un clima como el de Nueva Zelanda y se aventuraron a crear esta línea de vinos, llamada Costa & Pampa, en su mayoría blancos. 

Los blancos que probamos fueron el Costa & Pampa PinotGrigio y el Sauvignon Blanc, ambos con ligeros tonos verdosos, frescos, minerales y cítricos. Más herbal el Sauvignon Blanc. En cambio, el Pinot Grigio ofrece una nota más marcada de lima y limón.

Por su parte, aquí presentamos dos de los tintos que se pueden disfrutar en Venezuela:

Trapiche Reserva Malbec, de un intenso color rojo violáceo, expresa aromas dulces a moras y ciruelas. Se perciben notas ahumadas con una elegante presencia de vainilla. En boca es aterciopelado con un final persistente.

Trapiche Medalla Malbec, con un profundo color púrpura, este Malbec expresa aromas concentrados de frutos rojos, ciruelas, cerezas y pasas de uvas. Se destacan notas de vainilla, coco y pan tostado gracias a su crianza en roble. En boca es untuoso. Se destacan sus sabores a frutas maduras, con notas especiadas, con un agradable y persistente final.

Trapiche demuestra que se mantienen ofreciendo calidad e innovación. Además de las inversiones en proyectos nuevos, como el de Costa & Pampa, e incluso otros que vienen en camino, la bodega ofrece un amplio portafolio de productos para todos los gustos.

La invitación es la de descubrir y disfrutar el mundo de los vinos argentinos, de su cepa insignia, el malbec y aprovechar la gran variedad de estos productos que se consiguen en Venezuela.

Coordenadas: a Venezuela los trae la importadora Maison Blanche.

@maisonblanche_ve

FOTOS: Luis Zarzalejo @zzlejo

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