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Buen provecho, sus majestades

Los reyes de Suecia fueron los anfitriones de un banquete que estuvo suspendido durante dos años debido al Covid. Vinos y comidas representaron la alegría del regreso a cierta normalidad.

Bernadotte es el nombre de la actual familia real sueca. Tiene sus orígenes en Francia ya que su fundador, Jean-Baptiste Bernadotte, en 1818 fue proclamado rey de Suecia bajo el nombre de Carlos XIV Juan. A Jean-Baptiste lo adoptó en aquel entonces el rey Carlos XIII de Suecia y por esta razón fue su sucesor.

Recuerdo esto porque uno de sus descendientes, Carlos XVI Gustavo de Suecia, ofreció un banquete donde la puesta en escena reunió platos y vinos franceses. El menú puede calificarse de alta gama y hace referencia a un monarca que le gusta comer bien, aunque no estamos ante un rey ostentoso, es más bien discreto; pero agradecer a sus colaboradores, después de un tiempo de pandemia y aislamiento, bien ameritaba una gala.

Tanto los platos servidos como los vinos produjeron buenos comentarios por parte de los conocedores de tan interesante materia.

La monarquía sueca se caracteriza por ser moderna y tener sentido democrático. El rey Carlos XVI Gustavo es un hombre que ha tenido que enfrentarse a la dislexia, lo que le ha exigido esfuerzo a la hora de leer un discurso. Considerado testarudo, polémico y discreto, quienes lo conocen afirman que posee una sensibilidad especial para las artes. Es amante de la música y, según sus colaboradores, es un hombre trabajador.

En el tema gastronómico prefiere la sencillez con identidad, como lo muestra el menú que seleccionó en un viaje a Sevilla en 2005, donde disfrutó de platos locales en el restaurante Donaire Azabache, cuya ubicación lo vincula con la historia: se encuentra frente al Archivo de Indias. Esperanza Donaire, dueña del local, reveló al diario ABC que en esa ocasión le sirvieron jamón ibérico de bellota, chacinas, queso, pimientos de Padrón, almejas a la marinera, solomillo de atún y buñuelos de bacalao.

Una cena para el regreso

Del primer banquete de 2022 y del menú que comentamos hoy, podríamos deducir que Carlos Gustavo de Suecia es un hombre que sabe apreciar lo bueno.

Después de dos años sin actividades sociales relevantes, la corona sueca quiso compartir con aquellos que hacen posible que se cumplan con éxito muchas de sus tareas.

El escenario seleccionado fue el palacio real de Estocolmo, residencia oficial del rey y su familia. Esa noche botaron la casa por la ventana ya que se usó la vajilla de porcelana de la prestigiosa casa Hackman-Rörstrand Gustafsberg, que el rey recibió como regalo cuando cumplió 50 años, acompañada de cubiertos de plata y la mantelería de lino del rey Gustavo VI, abuelo del actual monarca.

En total, se sentaron a la mesa 150 invitados que no solo disfrutaron de la comida sino también de la decoración que hace de la galería de Carlos XI un espacio singular, donde se impone el barroco.

El menú

En esa oportunidad las delicias de grandes sibaritas fueron disfrutadas. Abrió el menú el llamativo Cangrejo real noruego al vapor con colirrábano, mousse de pomelo y hierbas aromáticas. Sin duda, en este primer episodio, el cangrejo real fue la gran estrella, no solo por su color sino por su sabor.

Le siguió el rape islandés al horno con huevas de lumpo frescas, espárragos blancos salteados con mantequilla de Sandefjord y ciboulette.

La tan especial salsa de mantequilla blanca de Sandefjord, según la leyenda, nació en 1959 en el hotel noruego del mismo nombre, siendo su creador el chef Otto Fredrik Borchgrevink.

En el plato principal se cumplió el dicho: “de la tierra, el cordero”; proveniente del valle del lago Mälaren, este se sirvió estofado, bañado de salsa de ajo silvestre y célery glaseado.

Es necesario acotar que la región de Mälaren está considerada como una de las más bellas de Suecia. Sus productos naturales son de primera calidad.

El cierre fue todo un alarde de la pastelería palaciega: un postre revelador y sofisticado hecho de merengue de limón con sorbete de cítricos, esencia de enebro, saúco y polen de hinojo, deleitó a los paladares.

Sin lugar a dudas, el menú reflejó el pasado francés de la familia, subrayado por la variedad de vinos entre los que destacaron los oriundos de Pessac-Léognan, denominación de origen ubicada en el centro de Graves, subregión de Burdeos.

Hay que tener en cuenta que Pessac-Léognan es una región donde se logran elegantes mezclas con el Cabernet Sauvignon, Merlot y Cabernet Franc. Los vinos blancos que allí se producen, a base de Semillon de Pessac-Léognan poseen también una personalidad que los hace ideal para acompañar platos con cierta complejidad.

Entre las añadas sobresalientes de la bodega Chateau Coucheroy se encuentra precisamente la de 2015, porque se seleccionaron los mejores racimos. Su color rojo rubí a la vista se complementa con las notas de frutos rojos y ligera presencia de vainilla en nariz; luego se hace generoso en boca, donde se disfruta su redondez y equilibrado sabor. Además, es un vino que acompaña tanto carnes blancas como rojas.

En este trío de vinos servidos en una excepcional cristalería apareció el Chateau Mancedre 2010. A diferencia del primero, este es más potente y rico, presenta aromas de ciruelas negras, taninos dulces y sólidos, así como una estructura densa. Un vino que necesitó tiempo para suavizarse y mostrar su cuerpo y carácter maduro. Un vino con excelente calificación y un valor cercano a los 90 euros.

El Chateau du Juge 2011 Cadillac también llenó las copas esa noche y estoy segura de que no decepcionó por tratarse de un vino muy bien valorado por los críticos.

Una vez más, Carlos XVI Gustavo de Suecia cumplió con el ritual de expresar su agradecimiento, al mismo tiempo que dio a conocer las habilidades del equipo que labora en la cocina de su palacio.

Imágenes tomadas de www.kungahuset.se

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