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El vino del cónsul Bonaparte

En 1804 Napoleón Bonaparte recibió el título de Emperador de los franceses, después que se logró sancionar el cambio de gobierno de Consulado a Imperio. El escenario de su coronación fue la iglesia de Nuestra Señora de París, mejor conocida como la catedral de Notre Dame de París, el edificio religioso más famoso de la capital gala que vivió recientemente un devastador incendio, constituyéndose en toda una tragedia para el arte y la cultura francesa y de Occidente.

Napoleón fue consagrado personalmente por el papa Pío VII y se coronó él mismo como lo revela la pintura firmada por  Jacques-Louis David, el pintor oficial de Bonaparte, obra que se encuentra en el Museo del Louvre.

Al primer cónsul y emperador de Francia  se le describe como un hombre rígido, ardiente, bravo y tenaz. Su gran amor fue Josefina, aunque ella lo engañó reiteradas veces. De esa pasión quedan sus cartas plasmadas de  pasión y amor. Un hombre capaz de escribir: “El día en que digas te amo menos será el último de mi amor o el último de mi vida”, no podía satisfacerse con cualquier vino, aunque tampoco fue un gran gourmet,  ni un aficionado a la bebida y sus modales en la mesa se saltaban el protocolo, pero se preocupó de la alimentación de sus soldados.

No era un gran bebedor pero el vino no estuvo ausente en sus comidas, siendo el Gevrey-Chambertin, según los historiadores, su preferido. Sin embargo, este vino que exige para consumirlo de reposo y tranquilidad, no encontraba en Bonaparte tal quietud, pues se dice que comía muy rápido, por lo que solía tener mala digestión.

También está vinculado a la historia del general Bonaparte un plato, que muchos dicen es el único con fecha de nacimiento, el pollo a la Marengo, pues se preparó, casi que accidentalmente, el 14 de junio de 1800, cuando las tropas francesas se encontraban en el Piamonte, en la localidad de Marengo. Se enfrentaban al ejército austrohúngaro que los había vencido previamente pero un contraataque de los galos transformó la derrota en victoria.  Los abastecimientos de comida había sido destrozados por los austrohúngaros y después del triunfo no sólo había euforia sino hambre, entonces  Monsieur Durand, el cocinero de Napoleón no le quedó otro recurso que mandar a buscar en los alrededores los víveres necesarios. El mandado fue hecho y los hombres regresaron con gallinas, cangrejos, tomates, champiñones, pan y aceite. Con ellos preparó el ya famoso pollo frito que fue del gusto de Bonaparte, aficionado a los guisos. Por esas cosas del destino o quizás por tratarse de una receta preparada para un hombre de poder, pasó a engrosar el recetario universal.

En cuanto al Gevrey-Chambertin, elaborado con uvas Pinot Noir,  lo acompañó, según cuenta el Mariscal Louis Marchand en sus memorias, en la campaña de Egipto y Rusia, propinándole los cuidados y mimos necesarios para disfrutar de su calidad. También se narra que lo tomó durante su prisión en Santa Helena.

Gevrey-Chambertin es el pueblo productor de vinos más grande de la Côte d’Or de Borgoña, que se caracterizan porque sus productos pueden llevar el calificativo de superlativos. El Gevrey tiene un estilo clásico y un color más profundo; con un cuerpo más firme y más tánico en su estructura que la mayoría de los vinos de Borgoña. La calidad en general es alta y  puede convertirse en el Pinot Noir más completo y duradero del mundo.

La delimitación de estas tierras se hizo a mediados del siglo XVI y hoy continúan dando lo mejor de sí. Algunos se preguntarán, cuándo Napoleón tomaba Gevrey-Chambertin, pues antes o después de ir al campo de batalla y lo hacía sin importar el resultado del enfrentamiento. La afición por este vino comenzó en 1788 cuando se encontraba en Borgoña, en la Escuela de Artillería y rondaba los 16 años.

Si la historia sobre este gobernante, militar y político resulta más que interesante, las leyendas que se han tejido alrededor de él no dejan de ser atractivas. Una está vinculada con la manera como tomaba el Gevrey-Chambertin, se dice que lo bebía mezclado con agua y que no superaba la media botella en el almuerzo y en la cena. Los comerciantes de vinos Soupé et Pierrugues acordaron con Bonaparte que siempre tendría una botella de Chambertin disponible, incluso en medio de la batalla. Se dice que maldijo a los rusos por reclamar sus suministros personales después de su amarga derrota en 1812. Durante 15 años el corso no dejó de tomar su vino preferido porque consideraba que era un hábito saludable.

Antes de 2008 se afirmaba que Bonaparte había sido envenenado con arsénico y se sospechaba que llegaba en los frascos de Gavrey-Chambertin, especialmente embotelladas para él y que no compartía con nadie en su prisión de Santa Helena, pero esta hipótesis rodó por los suelos cuando un estudio realizado por investigadores italianos del Instituto Nacional de Física Nuclear analizaron hebras de su cabello pertenecientes a varias épocas de su existencia y el contenido de arsénico en su cuerpo no varió y se mantuvo constante en todas las etapas de su vida.

Después de ser deportado a Santa Helena en 1815, la salud de Napoleón comenzó a deteriorarse y los dolores de estómago lo obligaron a suspender la ingesta de Gevrey-Chambertin y, por recomendación de su médico, cambió al dulce «Vin de Constance» de Sudáfrica. Los registros muestran que le enviaron unos 100 litros al año para su consumo y, según algunas investigaciones, fue lo único que pudo tomar en su lecho de muerte en 1821. Se cree que murió de cáncer de estómago, enfermedad que también había sufrido su padre.

Existen varias bodegas que ofrecen Gevrey-Chambertin, unos son más intensos, otros se caracterizan por lo sofisticado, todos tienen como estrella a la uva Pinot Noir. Viticultores como Philippe Pacalet buscan que su vino sea auténtico y presenta un tinto joven sobrio y de delicados aromas. Otro nombre es el de Olivier Guyot, también está la conocida empresa Louis Jadot. Todos muestran la dedicación y la pasión necesaria para hacer de la cepa Pinot Noir, considerada una uva nada fácil, un vino espléndido pues puede dar resultados maravillosos pero también frustrantes. La gente de  la Cote d’Or conocen y dominan a la Pinot Noir, por eso desarrollan vinos sensuales y sedosos en boca, quizás como los besos con los que Josefina conquistó a Napoleón.

@mainav

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