Los escritores tras el frasco
Hay un poema de Rubén Darío en el que un viejo lobo de mar bebe ginebra. Acaso aquel marino absorto “en las playas/de un vago, lejano, brumoso país” sea el último de los navegantes que recibió un frasco de gin en alta mar para recobrar el brío y protegerse del escorbuto o la malaria, una vez superado el terror que infundió este destilado en el remoto período de la Gin craze que “Ocasionó la primera narcohisteria de la Edad Moderna en el Londres del XVIII”, como afirma Lesley Solmonson.
Aquel marino perfumado de nebrinas -las frutas del enebro que dan ese aroma especial a la ginebra– anclado en el puerto de Prosas profanas en 1896, quizá escuchó algo de esa locura previa a la Revolución Industrial, desatada por la abundante producción local del aqua vitae que sustituyó a los sueños, disfrazó el hambre de los obreros británicos y logró que dos escritores famosos fuesen tras el frasco, pero no para disfrutarlo como podría pensarse, sino para prohibirlo.
El primero fue el novelista Henry Fielding, autor de Tom Jones (1749), a quien le correspondió poner orden en la ebriedad colectiva como lo mandaba su investidura de Magistrado y para ello creó el primer cuerpo policial de la historia moderna, el cual estuvo conformado por ocho hombres conocidos como Bow Street Runners.
El segundo fue Daniel Defoe, uno de los padres de la novelística inglesa, proclive al aromático trago, quien hubo de intervenir en nombre de la sobriedad con la que redactó su famosísima Robinson Crusoe (1719). De allí que sin establecer juicios de valor haya señalado: “Los destiladores han encontrado una forma de llegar al paladar de los pobres mediante su nuevo y moderno compuesto llamado Geneva (Ginebra), ahora la gente común parece valorar menos el brandy francés, incluso parece que no lo desean.”
Quien sí irá luego tras el frasco para vaciarlo con todo placer será el no menos famoso Charles Dickens. Esto ocurre a mediados del siglo XIX cuando, por un lado, el novelista obliga a sus personajes a beber un ponche caliente a base de ginebra con vino tinto de Madeira, limón y especias, y por otro lado se da la gran vida en los Gin Palace “perfectamente deslumbrantes”, como él mismo los calificaría, con lo que se convierte en un importante antecedente del norteamericano Francis Scott Fitzgerald.
La hora del “Rickey gin” en El gran Gatsby
El autor de la famosa novela nació en el estado de Minnesota el mismo año en que el marino de Darío está en el puerto “bebiendo su frasco de gin”, lejos de imaginar, como es natural, que compartiría con éste su gusto por el enebro, que daría vida a Jay Gatsby y que la suya sólo duraría 44 años.
Fitzgerald siempre llevó en su aliento a Ginevra King, una bella e inalcanzable mujer de Chicago que inspiró el personaje de Daisy Buchanan -la prima de Nick, el narrador- quien marcó el auge y la caída del gran magnate. Y así, como una metáfora de su propia existencia, nuestro autor llevó esa inspiración a flor de labios sin que nadie lo notara, junto al discreto hálito del London Dry Gin que nunca lo abandonó, mientras vivió los años locos con Zelda Sayre en el París de entreguerras como lo mostró Woody Allen en su bella película de 2011.
Esta es la ginebra de Francis Scott Fiztgerald que fluye y se derrama junto al champán en la mansión de Jay hasta que reaparece su amor perdido en la figura de Mrs Buchanan, la inasible y perfecta Daisy, quien lo lleva al paroxismo, cuando le pide a Tom, su marido, que prepare algo fresco.
“Al salir Tom de la habitación, la joven se puso en pie, se aproximó a Gatsby, y, atrayendo su rostro, lo besó en la boca”.
Al poco tiempo el marido regresó con cuatro gin rickeys y Jay tomó su copa con visible nerviosismo.
Aún todos -Daysy, Nick, Tom, Jordan y Gatsby- eran felices y despreocupados y quizá no tenían modo de advertir la tragedia inminente. El placer los mantenía unidos. Sólo así podían soportar el verano de Long Island y para ello nada más indicado que aquel coctel creado originalmente con bourbon en Nueva York y que para la ocasión Mr Buchanan preparó con ginebra, jugo de lima, soda y hielo picado.