Nola Darling es una artista negra, joven y neoyorkina -vive en Brooklyn- a quien no le gusta que la llamen “friky”.
Es una mujer que sabe muy bien lo que quiere, cómo, cuándo y dónde lo quiere. Va en bicicleta por el barrio de Fort Greene y pasea perros para pagar la renta del taller donde vive: la primera planta de una de esas casas antiguas, estilo brownstone, la casa típica de Brooklyn precedida de escaleras con pasamanos de hierro o madera, que la filmografía del siglo XX grabó en nuestras memorias.
Nola es un personaje controversial, inteligente y divertido, interpretado por la actriz DeWanda Wise en She’s gotta have it.
Es la nueva serie de Netflix dirigida por Spike Lee, sobre la base de su primera película rodada en agosto de 1986.
Lo extravagante, lo freak, de Nola quizá consista en su estilo libérrimo de vida, como lo demuestra en una relativa adicción al sexo: sale con tres hombres a la vez (Jamie Overstreet, Greer Childs y Mars Blackmon), que solo tienen en común el color de la piel.
El primero de los negros es un elegante empresario en trance de divorcio. El segundo es un fotógrafo hijo de una francesa y un Pantera Negra. El tercero es su mejor amigo: un exponente de la cultura Hip-hop de origen puertorriqueño.
Los amantes de Nola
En el taller de Nola hay una mesa, un caballete, una silla de barbero y una cama. Alrededor de la cama siempre hay arte, sexo y buen vino.
Afuera la ciudad le brinda tragos de agresión nocturna a su cuerpo y a sus carteles; pero ella se recompone y sale de copas por la escena multicultural de su patio.
Con Mars ríe, fuma marihuana y vuelve a reír en locaciones internas. Junto a Greer toma vino en algunas cantinas. En compañía de Jamie comparte tragos exclusivos y con sus amigas habla, ríe y llora entre vinos, cocteles y tequila.
Una tarde disfruta un Martini de pepino en la terraza de un café de Fort Greene; el olfato de Clorinda Bradford, su amiga galerista y curadora de arte, lo rechaza al observar que no es un auténtico Martini de pepino Fo-Gre: un Juego de palabras con el nombre del barrio y el vodka Grey Goose.
Otra noche se encuentra con su novio mayor, el empresario Jamie Overstreet, en el exclusivo Café Río ubicado a orillas del río Hudson. Allí disfruta tres maravillas: el Skyline u horizonte neoyorkino, una botella de champán cuvée 2003 de la prestigiosa casa que Joseph Krug inaugurara en 1843 y las baladas de Songs for swingin´ lovers! y All the way grabadas por Frank Sinatra a finales de los años cincuenta.
Nola en el Bemelmans Bar
Hay también una enigmática madrugada que presenta una escena retro cargada de contenidos oníricos que, al parecer, liberan el inconsciente de Overstreet.
Ocurre en el Bemelmans Bar del hotel Carlyle, quizá el más lujoso del Upper East Side. Él, Jamie, está en la barra bebiendo whisky seco y se tambalea ante Joe, el barman que hace el mismísimo Spike Lee.
Ellas toman Vodka Martini y fuman con sendas boquillas de plata. Una, la esposa, desde el otro extremo de la barra. Otra, la novia, en una mesa cerca del pianista blanco que interpreta temas de Sinatra. Todos miran al hombre ebrio. Joe le muestra la hora.
La cámara se detiene en la penumbra y exhibe las paredes del local dibujadas por Ludwig Bemelmans, un escritor e ilustrador austrohúngaro que las decoró en los años cincuenta a cambio de un año y medio de hospedaje gratis para él y su familia.
Jamie se levanta y no logra sostenerse en pie.
Joe pide un taxi. Y Jamie desde el piso sólo logra decir:
-Te extraño, Nola.