Es un vino, no un zumo ligero, afrutado y económico. Puede tener la grandeza de un tinto. Ser el resultado de uvas milenarias, originales y nobles. Estar elaborado con pasión y sabiduría. Aspirar a la trascendencia. El blanco también existe. La prueba más evidente de ese paso adelante en su prestigio es el cada vez más elevado consumo que se hace de estos vinos en algunas regiones del planeta, en Australia y Nueva Zelanda, donde es mayoritario. O incluso en Reino Unido, Alemania o Estados Unidos.
A veces son chispeantes; otras, circunspectos o misteriosos. Tiempo atrás se les veía de reojo y con cierta indiferencia. Ya no. Aficionados y conocedores hoy se suman a la tendencia de espumosos, rosados y blancos. Estos últimos se valoran especialmente en la mesa, pues hay platos que otorgan más disfrute si están acompañados con una copa de un buen vino blanco. Deslizo un ejemplo: pulpo a la gallega con un vibrante albariño.
Bien ha escrito André Dominé que “saber lo que se bebe aumenta el placer”. Por ello, con estas tres preguntas (y sus respuestas) invito a descorchar y aprender de estos vinos:
1. ¿Cómo se clasifican?
Si bien hay distintas maneras de agruparlos, esta clasificación es de utilidad a la hora de seleccionarlos. Hay vinos blancos para conversar: son ligeros, frescos y de carácter frutal; pueden ser buen aperitivo. Hay vinos blancos para llevar a la mesa: tienen cuerpo, personalidad y la mayoría de las veces “tipicidad” (nos conducen a su tierra de origen); son buenos acompañantes de diversos platos (pescados, pastas con salsas blancas y arroces cremosos, entre otros). Y hay vinos blancos para seducir y celebrar: son esas botellas de elegancia, sofisticación y agradecimiento como algunos espumosos y deliciosos vinos dulces.
2. Cuando se trata de apreciar y describir a los vinos blancos, ¿qué significan estas palabras?
Seco: Se utiliza para indicar en un vino la ausencia de azúcares sensibles a la degustación. Es lo contrario a dulce.
Fresco: Para indicar una sensación agradable de acidez.
Fino: Se dice de un vino con cualidades olfativas y gustativas armónicas.
Delicado: Se utiliza para destacar en un vino su sutileza en perfumes y sabores.
Acidez: En los vinos blancos es su columna vertebral. El vino contiene varios ácidos (tartárico, cítrico y málico) que cumplen la función de mantener un equilibrio entre el azúcar y el alcohol. Le dan al vino un sabor fresco y vivo. Si es excesiva resulta muy desagradable (se le llama «incisivo»); si es insuficiente, el vino se percibe como muy plano. Se les llama «vinos blandos». Si se trata de un vino con rica acidez se percibirá en el paladar el efecto de salivación que despierta en boca.
3. ¿Cómo “leer” el color de los blancos?
Son varias sus tonalidades: amarillo pálido, amarillo pajizo y amarillo limón son algunas de ellas. Los reflejos verdosos pueden insinuar una mayor acidez en ese vino. Si ha tenido un período de crianza en barricas, su color es más oscuro y seguramente muestre matices ligeramente dorados. Los chardonnay tienen un ligero fondo amarillo, mientras que los sauvignon blanc tienen tonos más pálidos. En los blancos, la palidez y brillo indica que se trata de un vino joven, recién embotellado: debería mostrarse fresco y suave en boca. Hay también un principio básico, bien explicado por Fiona Sim en su libro Guía del vino: con el tiempo, el color de los vinos blancos oscurece y esto es un signo de que ya ha pasado su mejor momento; se debe a la oxidación por el calor y la luz.
Recomendaciones para su disfrute: hay que protegerlos de la luz, del calor y del calendario. Y deben disfrutarse a su temperatura de servicio: fríos; esto es, entre 8 y 12 grados según su estructura y complejidad
¿Otra razón para incursionar en estos vinos?.. todos los quesos venezolanos: el de mano, el telita, el palmizulia y algunos de cabra les sonríen al vino blanco. Ellos juntos, copa en mano, convocan a un momento de placer.
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