Después de 70 años, esta es la primera Navidad sin la reina Isabel II. Su hijo Carlos III es el nuevo monarca de Inglaterra y en los brindis la champaña llenará las copas. Debido al Brexit, las burbujas británicas podrían sustituir a las francesas.
La Navidad llega a todos los hogares cristianos y se manifiesta de manera diferente. Para unos es motivo de alegría, para otros se pinta de melancolía. Las casas reales europeas se suman a estas fiestas, haciendo hincapié en las tradiciones de los respectivos países.
La monarquía británica, a pesar de vivir momentos complicados por esa vorágine mediática impulsada por los duques de Sussex, prosigue con el programa organizado por Carlos III, quien celebra su primer diciembre como rey y ya ha participado en varias actividades, una de ellas el concierto de villancicos “Juntos en Navidad” que tuvo como escenario la Abadía de Westminster, donde asistió gran parte de la familia real.
Pero además de estos compromisos que permiten acercar la institución a la gente, Carlos III, su esposa la reina Camila, los príncipes de Gales y otros miembros de la familia real, seguirán las huellas de Isabel II y se alojarán en la estancia de Sandringham, Norfolk, donde se cumplirá un ritual similar al que celebraba la soberana fallecida.
Por la mañana, después de un desayuno, nada original pero sí contundente -huevos, tocineta, salchichas, morcilla, champiñones, tomates y tostadas-, saldrán a la iglesia St Mary Magdalene. Allí saludarán a los vecinos que se congregarán en la puerta y se reunirán para el almuerzo. Aunque no han revelado el menú en sus platos habrá alimentos orgánicos, pues Carlos III es fanático de ellos, e incluso, posee una granja que goza de cierta fama.
En anteriores oportunidades se ha servido ensalada de langosta y langostinos, pavo horneado con su tradicional guarnición y el pudín navideño con crema de brandy flambeada. Un bocado que desaparecerá de la real mesa es el foie gras en croute obsequiado por la tienda Harrods, que desde hace tiempo pertenece a una familia de Qatar. La razón: el rey ha prohibido esta preparación en todas las comidas de palacio porque considera que los gansos son maltratados para obtener este manjar de la gastronomía francesa. Entonces la famosa tienda londinense estará buscando algo para sustituirlo y no perder el honor de estar presente en la mesa palaciega.
En la carta de bebidas debe estar incluida la champaña porque los Windsor, desde los tiempos de la reina Victoria, han manifestado su agrado por este espumoso.
Posiblemente también se servirán vinos, lo que nos recuerda que hay una etiqueta presente desde la era victoriana: el Grants Morella Cherry, licor inglés hecho con cerezas que se produjo por primera vez en Kent en 1774 y que tiene en Carlos otro admirador. Por otra parte, Camilla, reina consorte, está acostumbrada a tomar vino, pues su padre comerciaba con esa bebida; y según los más cercanos, la princesa de Gales, quien toma poco, pero se decanta por los vinos blancos.
Entre las champañas que suelen estar en la alacena palaciega figura la Pol Roger, que llegó al Reino Unido en el siglo XIX, cuando comenzó una verdadera historia de amor entre los británicos y esta burbujeante bebida que entró a palacio en 1877, luego obtuvo la primera autorización real y en 1884 la reina Victoria nombró a esta casa proveedora real.
Fundada por el comerciante Pol Roger en 1849, hoy está en manos de la quinta generación. Tampoco sabemos cuáles de las cinco etiquetas de esta casa llenarán las copas del rey y su familia, posiblemente sea la celebrada Winston Churchill, pero también está la Brut Réserve, la Pure Extra Brut (mi preferida), Rich Demi-Sec, la cuvée Blanc de Blancs elaborada solo con uvas Chardonay, todo un lujo; y el Rosé Vintage, que tiene muy buena fama.
La champaña Pol Reger ha estado presente en las bodas de Carlos y Diana, luego en la del príncipe William y Kate, así como en la celebración nupcial de los duques de Sussex, quienes posiblemente ahora brinden con algún espumante californiano. En la celebración nupcial de Eugenia de York y Jack Brooksbank, quien está dedicado al negocio de los licores y debe conocer la calidad de Pol Roger, los brindis fueron con esa champaña.
Sin embargo, Carlos podría decidirse por otra etiqueta proveniente de Epernay, que también goza de muy buena reputación, nos referimos a Bollinger, que al igual que la anterior recibió el visto bueno de la corte británica en 1884, cuando la reina Victoria le concedió otra orden real, rarificada en 1950 por el rey Jorge VI. Seleccionar esta champaña podría ser un homenaje a su abuelo, quien fue tan apreciado por los ingleses y se recuerda con verdadero afecto.
Por cierto, una orden real solo la concede el monarca y el príncipe de Gales, para ello la marca debe suministrar oficialmente productos a la familia real durante cinco o más años, para poder estampar en su empaque el sello real, que a partir de ahora será el de Carlos.
Pero no todos los vinos que consume la casa real proceden de Francia, también existen los ingleses y unas de esas bodegas producen espumantes. Desde que se plantaron las primeras vides en Inglaterra los enólogos británicos se han propuesto hacer vino espumoso capaz de rivalizar con sus vecinos y con otros de fama mundial.
Una de esas casas es Laithwaites que no sólo sembró las variedades Chardonnay, Pinot Noir y Pinot Meunier, sino que fue más allá, solicitó permiso a Isabel II para sembrarlas en los predios de Windsor y en 2007 lo hicieron. Contaron para ello con la supervisión del propio Carlos, quien en ese tiempo era príncipe de Gales.
El resultado ha sido satisfactorio y de esta manera La Firma, como también se conoce a la familia real británica, retomó un negocio que en el siglo XII estaba en manos de Enrique II, pero no progresó por las inclemencias del clima de entonces.
También están los productos de la finca Nyetimber que ha ido cumpliendo sus objetivos y ya aparece en el escenario mundial. La primera cosecha se obtuvo en 2013, su producción es limitada. Algunas de las botellas de este wine sparkling podrían estar en el brindis de 2022, que no estará exento de cierta nostalgia, debido a que después de 70 años es la primera Navidad sin Isabel II. Pero también hay un buen motivo para brindar: el reinado de su hijo, quien es el hombre de mayor edad en ascender al trono.
Dicen que la reina Isabel II, cuando envió su mensaje navideño en 2013, había brindado con su propio vino. Algunos expertos piensan que es una lástima que tenga una producción tan pequeña. Sin embargo, los problemas originados por el Brexit han contribuido a elevar el volumen de ventas de las botellas locales.
Este año 2022, a la hora del té, Carlos III ofrecerá su primera salutación navideña. Será un nuevo momento histórico para la monarquía, en el cual, elegir un espumante local sería una decisión acertada.